30 abril 2007

sólo este mar

Sólo este mar, el mar de las galeras,
para que el alma inicie desde cero
su cuenta de perplejidad y errores,
de días bendecidos y fracasos.
Desde este mar amar tu alma de nuevo
para que mi alma enferma se equivoque
y sea la equivocación su gozo.

(de Entre el muro y el foso, 2007)

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viaje a los mundos de dios 2

Enrique Andrés Ruiz nos lleva a una de esas muestras en las que se contraponen de manera sangrante (y nunca mejor dicho) las cosas muy antiguas y las cosas muy modernas. No he tenido la suerte de contemplar el Cristo de Legarda, pero, a través de las palabras de Enrique, me represento su pasión y la Pasión.

Los estilos, las maneras, los lenguajes, las esperanzas, las ideas y las creencias de los hombres, aunque procedentes de las más diversas cronologías y puede que latitudes, se reúnen, por lo visto, de vez en cuando y charlan de sus cosas. Esto debe ser lo que piensa un gestor cultural. Esto es, seguro, lo que piensa el historiador imbuido ya de relativismo hasta el punto de no conceder gran relevancia a la identidad de las cosas. Algunas de las obras que se enseñan en esta exposición, convocadas como han sido para dialogar con las modernas o ultramodernas de la colección contemporánea, son del Museo de Arte Sacro. La idea de siempre es mostrar, aunque no se diga a las claras, la superioridad interpretativa contemporánea sobre la mentalidad —desde luego que oscurantista, tiránica y excluyente— del pasado, en realidad de cualquier pasado. Y, sobre todo, hacer ver lo que se encierra en la acostumbrada fórmula sintagmática “de dónde venimos”, que es un modo eufemístico de tachar de horripilante un tiempo al que nunca deberemos volver y del que el presente, puesto en proa hacia un maravilloso futuro (más justo, más igualitario, más democrático), nos aleja. Eso sí, nos alejamos conservando, con las mejores técnicas e instalaciones, todos los testimonios y obras posibles del bárbaro tiempo aquél, tan anterior a la libertad creativa y a los derechos humanos. Lo conservamos porque en el fondo de la conciencia —un fondo que no queremos ver y tapamos con mucho ruido a cualquier costa—, ese pasado nos parece de imposible superación para nosotros, como creían los monos que en la antigua fábula iban subidos a lomos de gigantes. (...) Y si algo lleva consigo una emoción que sobrecoge, eso es el Crucificado de Legarda, figura de un Calvario completo que está, si no es mucho decir lo de estar, en el Museo de Arte Sacro. El Crucificado de Legarda, y el Calvario entero, son pura ruina. Precisamente como ruina, por el interés estético y plástico de la ruina, creo que habrá llegado el Cristo de Legarda hasta aquí, ganándose el puesto museístico que la modernidad concede a las ruinas, en premio o compensación por la destrucción de su integridad y la de su sentido, porque si éstas durasen íntegras todavía, no es mucho sospechar que no estaría el Cristo aquí. El hecho es que el Cristo de Legarda está aquí ahora, en el Museo Contemporáneo, muy callado, eso sí, y no es fácil que se arranque a decir nada, aunque lo que no diga él, ya lo dirá la muy perfecta, técnica y filosófica interpretación expositiva. Para eso ha sido puesto —a charlar— con la representación ultracontemporánea de una ruina o destrucción inmueble, fabricada aposta por un artista nuevo y compuesta por una especie de trozo de techo viejo con su estuco y la lámpara anticuada que, caída aunque todavía luciente, ya toca el suelo. El Cristo de Legarda, seguramente, fue maltratado y arrinconado en sus días, incluso por eclesiásticos, cuando las tornas artísticas mudaron de moldes y la piedad nueva, más racional, humana y sensible, no parece que se pudiera seguir acomodando, según pensarían los técnicos de la piedad y los del arte, a las viejas y recias emociones sufrientes del goticismo rústico. No tiene cabeza, no tiene brazos, los pies son muñones, el torso es un gran hueco como una carcasa de armadura o una cáscara de nuez. Por el pecho bajan —o revolotean— rojas gotas de sangre, que fueron pintadas al ritmo de una pauta popular, sobre la nieve de la carne lívida. El Cristo es una ruina; pero todo Cristo lo es, hecho befa, risa, paliza y chanza, pinchado, herido, clavado, rociado de sal y de vinagre, y de insulto y salivazos y vuelta a empezar, hasta que el mundo no sea mundo. Por eso, esta estetización moderna de la ruina, de lo viejo, lo derrotado, lo roto, es, a fin de cuentas, tan inmisericorde e impía como todas las estetizaciones, otro INRI de hombres que no se cansan de sumar escarnio —es decir, estética, arte— por ver así de hacer hablar a lo que, tan elocuente e insoportablemente, calla. Legarda está en la llanada, al lado de Foronda, pegando a Vitoria. A saber en qué cámara de la parroquia de san Andrés estuvo el Crucificado, qué pájaros picarían sus ojos, qué aguas le caerían, qué escarchas y qué dientes de carcoma irían a su costa juntando montecillos de polvo dorado en el calor de los agostos, todo a lo largo de las tarimas crujientes o las rojas y tableteantes baldosas sobre las que se apilarían los cerros de trastos. (Enrique Andrés Ruiz, Santa Lucía y los bueyes)

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29 abril 2007

viaje a los mundos de dios

Enrique Andrés Ruiz me ha enviado el manuscrito de “Viaje a los mundos de Dios”, la tercera parte de su Santa Lucía y los bueyes, que pronto verá la luz en Pre-Textos. Son unas páginas deslumbrantes que nos hacen interrogarnos sobre qué era y es el arte, sobre la actitud del artista de antes y del artista contemporáneo, sobre la humildad y la soberbia, sobre el reciente compromiso de la Iglesia con el arte de las vanguardias, sobre lo sagrado, lo sacro y lo eclesiástico, sobre la Ley y la Gracia, sobre lo más pequeño y lo más grande, sobre el sentido de muchas cosas que vemos ahí, instaladas como tristes realidades, cuando no pasan de ser capricho y banalidad. Enrique es de esas pocas personas que saben sentir y, a la vez, encontrar el sentido; que saben ver aún con inocencia y, al mismo tiempo, reflexionar sobre lo que ven. En fin, es de esas poquísimas personas que, además, saben comunicarnos lo que sienten y creen, con la emoción de quienes verdaderamente sienten y creen algo digno de sentirse y de ser creído. En los próximos días comentaré algunos fragmentos de su “Viaje a los mundos de Dios”, porque es un texto que da para mucho y para más. Hoy, les dejo con éste y sus estremecedoras preguntas finales:

Un día, iba yo hacia la catedral de Palencia por una de las traveseras que llevan a ella desde la calle Mayor. Por allí a su vez cruzaban coches y había que esperar, pues, a que el disco diera la licencia del paso. Cuando esperaba, y en los intervalos que dejaban los coches al pasar, vi, inmóvil, seguramente herido o mutilado, sin poder trepar desde la calzada ni a la altura de la acera, que debía hacérsele a él pared de acantilado, a un pajarillo, petirrojo recuerdo que me pareció entonces, o petirrojo, sea como sea, ha calado en el recuerdo donde ahora está. Seguí parado, quieto, hasta que me decidí a pasar, antes de que se abriera la señal verde y deteniendo al último de los coches para hacer alguna cosa en guarda del pájaro. Cuando llegué a él, dio algún salto, saltito, muy corto, muy cansado, digo yo que sacando, probablemente, todas las fuerzas que adentro le quedaban. Así que no costó mucho llevarlo a mejor recaudo, como supuse que sería para su cuerpecillo temblequeante el suelo peatonal. Y allí quedó, defendido por la esquina del umbral de un portalón de la calle. El pórtico de la catedral, el de Santa María, poco después estaba muy oscuro, como suele parecerle a quien se acerca al templo después de atravesar aquella plaza blanca y desnuda que se llama de la Inmaculada, justamente, y como de un blanco de color de hueso abrasado al sol. Claro que el interior estaba más oscuro todavía, pero no lo suficiente para que no pudiese verme, como me vi, detenido en la pura puerta por una mano enorme, inmensa, que me daba el alto desde una altura de respeto, con un gesto que me pareció de incontestable autoridad. Los ojos de aquella Señora me interrogaban; y no tardé ni segundos en darme cuenta de que esa mirada inquisitiva y la mano firme que me apartaba del franco paso, se alzaban ante mí nacidos de una unidad de juicio que no me dejaría avanzar y que me estaba pidiendo razón y examen de algo, de alguna acción, quizá omisión, quizá una tibieza. Para entrar allí, aquel día no era suficiente la franquicia del portón y las arquivoltas. ¿No había estado, aquel gorrión y su suerte, un momento antes en el albur de mis manos? ¿Había hecho yo todo lo que estaba en ellas por la criatura? ¿Había puesto yo en aquel animalillo la misma atención, o siquiera parecida, que la —microscópica, infinitesimal— que debió poner sin duda Juan de Flandes en las pinturas suyas de la Capilla Mayor, en las que recordaba yo haber visto, incluso desde abajo, una brizna de hierba, un insecto con su caparazón y sus patas mínimas, una gota de agua, los escarabajos, los lirios, una florecilla sin nombre y nacida a capricho de aquella tierra, rojiza y flamenca, que servía en las pinturas de suelo a asuntos tan subidos? Y si no había puesto ese cuidado, ¿qué podía ir a hacer allí? Porque… : “¿Que será de todo eso? ¿Te has parado a pensarlo?” Eso es lo que me estaba diciendo la gran figura de la entrada oscura, sin bajar la mano, sin mover la mirada. “¿Has hecho todo lo que estaba en ti porque nada de lo real se perdiera?”. “¿Has ayudado, con suficiente amor, a levantar los muros del gran cielo de la vida y la memoria, aquel en el que todo estará a salvo?”. “¿Has defendido, aquí, lo que es, lo que incluso en el hambre, en el miedo, incluso en la fragilidad y en la enfermedad vive?” (Enrique Andrés Ruiz, Santa Lucía y los bueyes)

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27 abril 2007

en los ríos de niebla

-En los ríos de niebla, ¿quién se esconde?
-Los vencidos ejércitos se esconden.
-¿Y tú por qué lo sabes? ¿Los has visto?
-No, yo imagino y ésa es mi miseria.
-Dime qué esconde el fango de Marengo.
-Fantasmas, y mejor que yo lo sabes.
-¿Y qué noche es la noche del Piamonte?
-La de quién soy y dónde olvida ella.
-Lo imaginas también. Siempre imaginas.
Te puedes preguntar en otro sitio
y en otra noche dónde está y quién eres.
-Tal vez, pero prefiero ser exacto:
fue allí donde pensé en el quién y el dónde.
También es mi miseria ser exacto
y no sé cómo casan estas cosas:
la exactitud cansada que reduce
y la imaginación que ve en la niebla.
-Y en tus ríos de niebla, ¿qué se esconde?
-La miseria. Se esconde la miseria.
-¿Lo dices por decir o lo imaginas?
-No, el hábito de hablar de lo que siento
en términos morales y absolutos,
y yo sentí quién soy en esos ríos
donde jamás me encontraré con ella.

(2005)

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23 abril 2007

no solían ser ansí

Entonces, ¿no será el insomnio una muestra radical de desconfianza? Y los enamorados insomnes, ¿de qué desconfían?


Estas noches atán largas,
para mí
no solían ser ansí.

Solía que reposaba
las noches con alegría,
y el rato que no dormía
en sospiros lo pasaba;
mas peor estoy que estaba.
Para mí
no solían ser ansí.
(Cancionero musical de Palacio)

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15 abril 2007

desdicha mala

Entré en la desdicha y la palabra desdicha no dejaba de resonar dentro de mí. Ese eco trajo a mi memoria las conocidas endechas a la muerte de Guillén Peraza, que quedó en La Palma allá por 1443 ó 1444 (que ahora no recuerdo). La flor marchita, la retama (la “odorata ginestra / contenta dei deserti”, de Leopardi), el ciprés, esos volcanes como puertas abiertas al infierno, los arenales, la lanza inservible, el inútil escudo, la malandanza.


¡Llorad las damas, sí Dios os vala!
Guillén Peraza quedó en La Palma,
la flor marchita de la su cara.

No eres palma, eres retama,
eres ciprés de triste rama,
eres desdicha, desdicha mala.

Tus campos rompan tristes volcanes;
no vean placeres, sino pesares;
cubran tus flores los arenales.

Guillén Peraza, Guillén Peraza,
¿dó está tu escudo? ¿dó está tu lanza?
¡Todo lo puede la malandanza!

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13 abril 2007

adivinos

Esto, tan sencillo y tan exacto, se ha dicho de varias maneras. Esto, tan cierto, no termina de creérselo la mayoría: “El error inherente a la predicción del curso de la Historia consiste en que los profetas suponen que ninguna idea se adueñará de los espíritus humanos fuera de las que ellos ya conocen. Hegel, Comte y Marx, por citar sólo a los adivinos más populares, no dudaron nunca de su propia omniscencia. Cada uno de ellos estaba plenamente convencido de ser el hombre que las misteriosas potencias que gobiernan con previsión todos los asuntos humanos habían elegido para coronar la evolución del cambio histórico. Ninguna otra cosa, pues, podía suceder. No era ya necesario que las gentes pensaran. Sólo una tarea restaba a las generaciones futuras: prepararlo todo según los principios concebidos por el mensajero de la Providencia.” (Ludwig von Mises, Theory and History, 1957)

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12 abril 2007

mapas

Los mapas, cuanto más detallados y exactos, mejor. ¿Sólo para orientarme fácilmente? No. ¿Porque el alma prefiere las complicaciones? Tampoco; aunque esas dos razones, distintas en apariencia, bastarían. ¿Entonces? Por lo mismo que me gustan más los retratos de Antonello da Messina que los de Pablo Picasso.

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11 abril 2007

recompensa de la caballería

Sólo la landa indiferente y sola,
sólo el honor hiriente del vacío,
para los caballeros insensatos.
Sólo la landa sin ningún testigo.

Porque es la nada suficiente burla,
sólo la landa indiferente y sola
para los caballeros inservibles,
para su más valer y su derrota.

Desde el viejo y la grande polvareda
a la carga fugaz de Cajamarca,
sólo la landa indiferente y sola,
la interminable y redentora landa.

Desde el puente que hiere a Lanzarote
a la playa final de Barcelona,
sólo el vacío del honor hiriente,
sólo la landa indiferente y sola.

(2006)

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10 abril 2007

alain y el genio

“J'ai lu les lettres de Michel-Ange, et je conseille de les lire. Vous croirez entrer dans un chantier de maçon. Il est clair que cet homme merveilleux ne pensait jamais au beau. Il entreprenait une œuvre, et puis une autre. Son grand souci était d'avoir des marbres et d'avoir de l'argent pour payer les carriers, les bateliers, les charretiers. Il ne dit jamais: «J'espère que je serai bien inspiré», mais il dit: «J'espère que j'aurai des matériaux et du temps. J'espère qu'un pape nouveau suivra les projets de son prédécesseur.» Il n'est question que de longs et difficiles travaux, mais nulle part de perfection à réaliser, ni de sentiment à exprimer. Le ton est d'un homme dur, qui a des soucis, qui a des maîtres difficiles, qui fait son métier. Sans retour sur soi, sans aucune pensée de gloire; je ne crois pas qu'aucun artiste ait été plus caché à lui-même. Il faudrait aller jusqu'à dire qu'en un tel homme le génie n'était absolument pas autre chose que le savoir faire, et qu'il ne voyait jamais qu'une faute de métier dans une faute de goût. Bach aurait dit de même, d'un mauvais musicien: «Il ne sait pas son métier.» Cette vue est propre au génie.” (Alain, "L’artiste et le métier", propos del 20 de agosto de 1926, recogido en Préliminaires à l’esthétique, 1939)

Leyendo su correspondecia, resulta claro que Miguel Ángel no pensaba nunca en algo tan abstacto como la belleza. Emprendía un proyecto tras otro. Sólo pedía materiales y tiempo para realizar sus obras y no estaba pendiente de si venía a visitarle o no la inspiración. Largos y difíciles esfuerzos, sin preocuparse de la perfección ni de expresar ningún sentimiento. En él, el genio consiste en saber hacer lo que uno se propone. Seguro que veía el mal gusto como una falta de oficio. Alain piensa, y le damos la razón, que Bach habría dicho lo mismo de un mal músico: “Éste no conoce su oficio”. Y es que el genio es genio porque, entre otras cosas y de la forma que sea, conoce su oficio; luego, sólo tiene que ponerse manos a la obra y dar de lado lo accesorio, es decir, esas estupideces de procedimiento que tanto preocupan a los demás mortales.

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06 abril 2007

¿adónde estaban mis sentidos?

A CRISTO EN LA CRUZ

¡Oh vida de mi vida, Cristo santo!
¿adónde voy de tu hermosura huyendo?
¿Cómo es posible que tu rostro ofendo,
que me mira bañado en sangre y llanto?

A mí mismo me doy confuso espanto
de ver que me conozco y no me enmiendo;
ya el Ángel de mi guarda está diciendo
que me avergüence de ofenderte tanto.

Detén con esas manos mis perdidos
pasos, mi dulce amor; ¿mas de qué suerte
las pide quien las clava con las suyas?

¡Ay Dios!, ¿adónde estaban mis sentidos,
que las espaldas pude yo volverte,
mirando en una cruz por mí las tuyas?

(Lope de Vega, Rimas sacras)

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05 abril 2007

éste es mi cuerpo

AL SANTÍSIMO SACRAMENTO

“¿Qué es esto?”, dijo el israelita, viendo
descender el maná, llover del cielo
cándidos copos de sabroso hielo,
los árboles del monte encaneciendo.

“¿Qué es esto?”, dijo, cuando está comiendo
aquel licor de celestial consuelo,
sombra de la verdad, de la luz velo,
que agora vive en blanca nieve ardiendo.

“¿Qué es esto?”, dijo, viendo cómo llueve
sobre las alas del templado viento
débil manjar envuelto en aura leve.

Y hoy Cristo les responde en sacramento:
“Éste es mi cuerpo”. La respuesta es breve,
enigma el pan y el mismo Dios sustento.

(Lope de Vega, Rimas sacras)

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04 abril 2007

segunda luna

Luna de abril,
tan pequeñita,
crece un poquito
para mi niña;
que ella te vea
para que diga:
luna de amor,
luna bonita,
vienes de entonces,
siempre distinta;
luna de siempre,
eres la misma.

(2005)

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luna primera

¡Ay!, luna que reluces,
toda la noche me alumbres.

¡Ay!, luna que reluces,
blanca y plateada,
toda la noche me alumbres,
la llena de gracia.
Luna que reluces,
toda la noche me alumbres.”

(José de Valdivielso)

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03 abril 2007

muy galán venís

"Norabuena vengáis, abril;
si os fuéredes luego, volveos por aquí."

(Tirso de Molina, La Santa Juana)

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02 abril 2007

manzanas pide la enferma

Sólo la guardia es real,
la insomne que nos da el alto.
Los perfumes no lo son;
tampoco lo es ese vino:
nadie lo ha bebido nunca,
y qué importa que la amada
sea negra o de tez clara,
si la amada no es real.
El alma quiere ser alma,
pero el cuerpo se ha perdido
en las irrealidades,
y podía ser real.
Yegua y bolsita de mirra:
todo esto no nos permite
contemplar ni imaginar.
Si el cuerpo es naturaleza,
tendremos que rescatarlo
de ese mar de aberraciones,
porque el alma es la que escucha
y sólo quiere ser alma,
no alegoría y metáfora
que no se ven y por tanto
sólo la harán tropezar.
Manzanas pide la enferma
y esas manzanas espléndidas
hacen que por un momento
vuelva el alma a lo real,
y hasta la enferma de amor,
si pide un pastel de pasas,
parece ser de verdad,
aunque el amor no lo sea.
Los vigías son reales,
las sombras que huyen lo son;
lo real es que las sombras
se alarguen en el ocaso,
que la guardia haga su ronda
y sus sombras se agiganten
y nos llenen de terror.
Esa guardia sólo un ángel
la puede esquivar, el ángel
que dice: «llena de gracia»
(...)
Es de manual de estrategia:
alguien huye y quien le sigue
se da cuenta de su error
cuando no hay escapatoria
y se encuentra frente a frente
con la marea de espadas.
Debe de ser que el amor,
si lo es, ha de ser error.
(...)
Sólo la guardia es real,
la que nos quita la vida
y es más fuerte que el amor,
porque la muerte es real.
(1996)

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01 abril 2007

y ramos verdes

¡Ay, Jerusalén,
cuán bien pareces!
¡Mantos de colores
y ramos verdes!

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