morir en cualquier caso
En su prisión de Toledo, San Juan de la Cruz oyó que un niño cantaba en la calle:
--Muero de amores, carilla,
¿qué haré?
--Que te mueras, a la fe.
El amante está exagerando. ¿Qué otra cosa puede responderle la amada que no le ama? “Muérete y déjame en paz”. Pero ¿y si el amante está diciendo la verdad? Entonces, “muérete, porque ¿qué otra le queda a quien ama y no es amado? Morir o estar muerto en vida.” Cabe una tercera posibilidad, menos extraña de lo que parece. Ella le ama también y le está diciendo sí: “amáme, es decir, muérete, porque amar es morir y voy a morir contigo”.
--Muero de amores, carilla,
¿qué haré?
--Que te mueras, a la fe.
El amante está exagerando. ¿Qué otra cosa puede responderle la amada que no le ama? “Muérete y déjame en paz”. Pero ¿y si el amante está diciendo la verdad? Entonces, “muérete, porque ¿qué otra le queda a quien ama y no es amado? Morir o estar muerto en vida.” Cabe una tercera posibilidad, menos extraña de lo que parece. Ella le ama también y le está diciendo sí: “amáme, es decir, muérete, porque amar es morir y voy a morir contigo”.
Etiquetas: el amor, lírica tradicional
17 Comments:
¡Cuánto de San Juan hay en lo que cantaba ese niño! En parte, porque también somos creativos cuando oímos (tú nos lo dijiste hace un tiempo: "leemos lo que somos"). Y en parte, me temo, porque hay un tono en cada época, una temperatura. Ojalá, a la fe, que los niños cantasen hoy cosas así. Menos mal que tú nos las traes.
¡Qué razón tienes, Enrique! ¡Ojalá cantasen cosas así! Ayer mismo, me recordaba tu tocayo Enrique Andrés ese otro episodio de la vida de San Juan, cuando las monjas de Beas le cantan estos versos: "Quien no sabe de penas / en este valle de dolores / no sabe de cosas buenas / ni ha gustado de amores, / pues penas son el traje de amadores." Las almas respiraban esa gracia especial y se contagiaban de ella. Me atrevería a decir que las almas eran más elegantes.
Como dice Máiquez, mucho hay de San Juan en lo que cantaba ese niño; pero hay más, mucho más, muchísimo más, en la hermosa “tercera posibilidad” que nos brindas en tu lectura.
Antonio Azuaga
Esa tercera posibilidad, Antonio... Le doy vueltas y creo que otro la ha pensado y escrito por mí.
Hartzenbusch... Perdón por la boutade
No es ninguna boutade, José Eugenio. Bienvenido.
No sé si viene al caso, pero esa canción de las monjas de Beas me recuerda a los versos de Joan Margarit: "Triste quien no ha perdido/ por amor una casa". Un saludo. Sergio.
Las relaciones entre el amor y la muerte son muy especiales. El enamorado puede sentir un terrible miedo a la muerte, porque es quien acabará con su estado de felicidad o, por el contrario, puede dejar de temerla, porque llegue a ser consciente de que ni la misma muerte acabará ya con el amor. Sobre esta contradicción he escrito dos soleares en mi blog, por si puede iluminar lo dicho.
Sí que hay algo de eso, Sergio.
No sé. Me quedo con las dos, Juan Antonio. Enhorabuena.
Muchas gracias, Julio. Un honor.
Bien por la tercera posibilidad...
Yo elijo también ésa, Rocío. ¿Y quién no?
CATIVO
Ahora sé que el amor es estar solo
en el gozo cativo de este vuelo
extraño a mí y a todo excepto a tí
Perdón por la intromisión. S.B.S.
No es una intromisión, S.B.S. Gracias por esos tres endecasílabos.
Tengo que decirte que he empezado a leer tu obra desde hace poco: "Las trincheras" y "Entre el muro y el foso"; aparte de algunos poemas sueltos que he leído por la red: "De amicitia" me deslumbró. Y el último poema de "Entre el muro y el foso" me parece descomunal. Te descubrí a través de Carlos Marzal. Tu poesía me ha parecido clásica en el sentido humanista del término, algo que muy pocos hacen ya. Sólo quería darte las gracias y la enhorabuena por lo que haces, y por este espacio en la red que no tiene precio. Un saludo.
S.B.S.
Gracias, S.B.S., por tus generosas palabras; por todo lo que dices y, en particular, por esa alusión al último poema de "Entre el muro y el foso".
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