14 marzo 2008

gnosis

Eric Voegelin ha demostrado la continuidad del pensamiento gnóstico a través de los siglos y, sobre todo, ha puesto de manifiesto lo que tienen de radicalmente gnóstico las utopías de toda condición y los sistemas filósófico-políticos de Hegel, Marx y Comte. Ha visto también esa herencia en Nietzsche y, con más motivo aún, en Heidegger. Para que las construcciones teóricas de todos estos pensadores funcionen, hay que dejar de lado alguna característica real del ser o del hombre concreto, tenga ésta la dimensión que tenga, e incluso hay que ir más lejos: “El fin del gnosticismo parusístico es destruir el orden del ser, que se contempla como defectuoso e injusto, y, gracias a la fuerza creadora del hombre, sustituirlo por un orden perfecto y justo. Se entienda como se entienda el orden del ser (como un mundo dominado por las potencias cósmico-divinas en las civilizaciones del Medio y del Extremo Oriente, o como la creación por parte de un Dios trascendente en el simbolismo judeocristiano, o como un orden esencial en la contemplación filosófica), éste permanece siempre como algo que ha sido dado y que no se encuentra bajo el control del hombre. Así, para que su intento de crear un mundo nuevo no parezca del todo insensato, debe ser anulada esa característica que es propia del orden del ser, la de haber sido dado. El orden del ser se debe interpretar como esencialmente sujeto al control del hombre. Y ese control del ser requiere además que sea anulado su origen trascendente: requiere la decapitación del ser, el asesinato de Dios.” (Eric Voegelin, Wissenschaft, Politik und Gnosis, 1959)

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14 Comments:

Anonymous Anónimo said...

No sé quién es Voegelin ni sé si me apetece enterarme, pero su entrada me conmueve como todo lo profundamente injusto. Me hace sentir mal: por usted, por mí, por no saberme de golpe y de memoria la Historia Completa de la Filosofía y porque me descorazona que sea tan absurdo intentar explicarlo.
Entiéndame, no es que me moleste “el orden del ser” (dominado por Dios, por potencias cósmicas o por esencias filosóficas, ¿esto es a elección?) lo que me molesta es el mundo y sus gestores que hacen síntesis tuertas para decir lo que querían decir de cualquier modo.
En una sociedad injusta cualquier “orden dado” ha sido ya, de hecho, traicionado y pervertido, cuando no directamente asesinado, por hombres. Por hombres. Con Fe, inteligencia, memoria, voluntad e incluso libre albedrío: culpables a más no poder, por tanto. ¿Por qué resulta tan imperdonable que otros hombres imaginen mejores horizontes? La posibilidad/capacidad de conseguirlos es otro tema. La justicia sería un enorme y hermoso “cisne negro” que alguien tiene que atreverse a pensar.
Todas las filosofías anti-utópicas tienen algo de inquieto propietario afianzando su conciencia al grito de “¡criminales!”. Defiendan lo que quieran y adórnenlo con los alardes teóricos que mejor les parezcan pero dejen a Dios fuera del asunto, me tira directamente del estómago, de verdad.
Betty B.

14 marzo, 2008  
Blogger Juan Ignacio said...

Me parece magnífica la cita porque el ser dado es una de las características principales del sentido religioso del hombre y es la verdad que si se omite eso degeneramos en seres sin sentido y es vana nuestra búsqueda de felicidad.

14 marzo, 2008  
Anonymous Anónimo said...

Mi querido y socrático amigo (digo lo de “socrático” por aquello que afirma Platón, en su “Apología de Sócrates” de que es “tábano que aguijonea al caballo, remolón, pero noble y fuerte”), ya sabes cómo suelo “remolonear” yo en asuntos como la utopía, a la que, según mi poca luz mande, agarro ora con pinzas, ora con mano y brazos abiertos. No todas decapitan a Dios, no todas ponen delante del asno la misma zanahoria. A fin de cuentas, un reino que no es de este mundo es un reino “sin lugar”. El problema de la gnosis, del marxismo, de la ciencia positiva, de la ética, de la filosofía, de las palabras o del hombre en general es la indigencia del “ser” con que nos hallamos, es la divina inquietud de contraponerle un “deber ser” que, según parece, sólo preocupa a nuestra especie. Porque, sin duda, somos los únicos que advertimos ese desajuste entre “lo que es” y lo que “debiera ser”, de ahí el epíteto de “divino”. A eso respondería, incluso, la necesidad de la “Ley Natural” de Santo Tomás, que dicta a la razón del hombre los principios fundamentales de su obligación.

No pretendo mezclar unas cosas con otras: hablar de esto exige mucho más que un comentario (y alguna que otra cerveza para aclarar la garganta). Sólo diré que la recurrencia humana a la utopía es para mí una prueba evidente de la memoria de Dios, del Paraíso para el que nos hizo, del remordimiento por nuestra torpeza. Cosa distinta es lo que nosotros hagamos después con los “no lugares”. Pero… para eso nos hizo libres; entre otras cosas, para soñarnos. Quiero decir que el problema no es el sueño, sino su rectitud. Y en esto, amigo mío, nuestro acuerdo es total.

Un abrazo.

14 marzo, 2008  
Blogger Jesús Beades said...

¡Cómo reconforta, nominado anónimo, encontrar un texto, el suyo, con ese delicioso aire marxista! O sea que los anti-utopistas son como "propietarios" ¿no? Todo es dialéctica y lucha de clases al fin y al cabo ¿eh? Reconforta y divierte. Aunque eso de "dejen a Dios fuera del asunto" sí que suena a propietario -de una estrecha propiedad: el encierro del yo sobre sí mismo- amenazado por Alguien que puede reclamar sus derechos de autor. La verdadera Parusía.

15 marzo, 2008  
Anonymous Anónimo said...

Me alegro de reconfortarle, Jesús Beades, y también de que usted me explique lo que soy, de todo se aprende.
Yo creo en Dios, lo que no puedo creerme es que sea propiedad del señor Voegelin, ni de usted, hasta el punto de decirnos a los demás que toda búsqueda de justicia en la tierra no es una corrección a los hechos de otros hombres, sino que supone de fondo un intento de asesinato de Dios. Pero si a él le consuela decir “¡criminales!” y a usted, más español, le consuela decir “¡rojos!”, no sé qué le puedo contestar. Ya todo lo que diga va a dar igual.
Arreglaré lo del anónimo, es falta de experiencia en estas cosas.
Betty B.

15 marzo, 2008  
Blogger Jesús Beades said...

Nominada anónima, ¡esto es genial, mucho más de lo que imaginaba! ¡Normalmente se tardan cinco o seis comentarios en que aparezca la palabra "facha" o "rojo"! Usted lo ha escrito en sólo dos.
Lo que usted crea me importa un pimiento, aquí estamos hablando de ideas acerca del caracter "dado" del Universo y el Hombre. Y, por favor, si me molesto en contestarle, no diga incoherencias, imputándome el pensamiento de que "toda búsqueda de justicia en la tierra (...) supone de fondo un intento de asesinato de Dios". ¿Pero qué dice? Le contestaré con otra cita, un tanto más atinada: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados". ¿Qué le parece? Es que Jesús (el de Nazareth, no Beades), sería rojo.
El aroma a teología de la liberación es, a estas alturas, gratificante, como el aspecto retro de unas Adidas con doble raya blanca, o nuestro entrañable naranjito.

15 marzo, 2008  
Anonymous Anónimo said...

No sé si terciar, Julio. Decide tú, que mandas aquí y, me reafirmo, has clavado el “aguijón” socrático.
Vamos al grano, un poco más en serio que antes:
Me referí a Santo Tomás porque me chirría la insistencia en el “orden del ser”. El “orden del ser” está garantizado para el Aquinate por la Ley Eterna en su especificación física: los seres no libres funcionan a la perfección sin desajuste que valga. Para el hombre, libre y racional, sin embargo, Dios dicta la Ley Natural, donde le da una indicación general (“el bien ha de hacerse y el mal ha de evitarse”) y algunas consecuentes a su condición de sustancia, animal y racional. De aquella debe derivar la ley positiva, es decir, la ordenación humana de su propia convivencia. Para mi modesta opinión, esto demuestra que el hombre “cae” en la realidad con la obligación de ajustar su “ser” dañado al “deber ser” esquemáticamente prescrito en la Ley Natural; o, lo que es lo mismo, “cae” con el deber pendiente de… la “utopía”, de diseñar un tipo de sociedad que se aproxime, aunque sea asintóticamente, al arquetipo ofrecido.
¿Qué de malo hay entonces en la “utopía”? ¿Qué quiere decir Voegelin con eso de que “el orden del ser (…) se contempla como defectuoso e injusto”? El orden del ser, repito, nada tiene que ver con la sociedad, es asunto de abejas, hormigas, planetas, átomos… Los diseños utópicos, se refieren al “orden del deber ser”. Y esto es cosa nuestra. Que hagamos mal la tarea, no significa que no tengamos que hacerla ni, necesariamente, que pretendamos “la muerte de Dios” si lo intentamos.
Dejemos la vehemencia a un lado, el diálogo es un sano ejercicio para crecer en humanidad, no para imponer o despreciar ningún punto de vista, sino para, argumentando, rechazarlo o asumirlo.
Por cierto, no soy rojo, ni marxista, ni positivista… Soy Católico, Apostólico, Romano y, por debilidad histórico-estética, casi, casi tridentino (lo último es broma).

15 marzo, 2008  
Anonymous Anónimo said...

Creo que aquí el problema está en cómo se entienden los términos "utopía" y "utópico". En ningún caso he hablado, ni Voegelin lo hace, del ansia de justicia, de los buenos sentimientos ni del deseo natural de mejorar las cosas. Para mí, todas eso tiene que ver con el amor al prójimo, no con la construcción de sistemas opresivos, es decir, utopías.

15 marzo, 2008  
Anonymous Anónimo said...

Me gusta mucho el texto de Voegelin, Julio, sobre todo la idea de "destruir el orden del ser"

Hay un escalofrío que recorre la historia del pensamiento occidental desde Pitágoras hasta nuestros días: Es el espanto que algunos dicen que cantó Bernardo el benedictino: la rosa gnóstica que suplanta a su representación en el mundo. E incluso los más violentos críticos de esta idea acaban cautivos de ella.
Quizás por evitar aquello del poeta: "el tedio de una vida sin espanto."

15 marzo, 2008  
Anonymous Anónimo said...

Julio, qué pájaros tan raros cazas (disculpas por el chiste malo, quién se resiste con un señor que casi-casi se llama Vögelein: pajarito). Eso sí, un millón de veces prefiero al pajarito que al "cisne negro", que no sé por qué nadie tiene que atreverse a pensar, con lo maravillosos que son los cisnes blancos.
De lo que se trataría más bien es de atreverse a pasar de pato feo a cisne blanco; no hace falta inventarse nada. Por otra parte, qué buena imagen la del cisne negro para la utopía, tan sugerente y perverso como lo son todas ellas.
De todos modos, la clave de esta discusión, a mi entender, está en lo que dices en tu comentario sobre el amor al prójimo; porque la justicia sólo puede nacer del amor, nunca del odio o el resentimiento (pasiones sobre las que se sustentan gran parte de las utopías).
O, por decirlo de otro modo: porque del amor nace la justicia, pero de la justicia no nace el amor y ni siquiera la justicia.

16 marzo, 2008  
Blogger Jesús Beades said...

Me encanta lo de "sistemas opresivos, es decir, utopías". Esa idea, dada por supuesto, es la que nos cautivó siempre de tus "Contra utopía", cuando los leímos por aquí la primera vez.

Antonio Azuaga, me parece que nos hemos bifurcado en los conceptos. "El orden del ser" se refiere aquí a algo muy concreto, y a la vez tremendamente abierto o universal; a saber, el carácter "dado" del Universo y del Hombre. Que el hombre recibe el ser y el orden de las cosas (sea este cual sea), y no lo crea, salvo de un modo "colaborador" (que la teología clásica llama "participación"). La gran herejía occidental de nuestros días, en su raíz más profunda, consistiría, como bien ha expuesto Julio con el texto de Voegelinl, en no admitir este caracter dado, en rebelarse ante lo que Chesterton apuntaba en su Tomás de Aquino: el "Ens". A partir de aquí se puede construir lo que se quiera, incluso llamarle "Utopía". Sólo que esta palabra ha causado más injusticia y sangre que ninguna otra, en el último siglo.

17 marzo, 2008  
Anonymous Anónimo said...

Eso de los gnosis, es un plato de pasta y patata italiana, ¿no?

17 marzo, 2008  
Anonymous Anónimo said...

Betty B.lamento que no le apetezca enterarse de quien es Voegelin. A decir verdad, sospecho que sus análisis (los de Voegelin) no le iban a gustar demasiado. Los amplios horizontes de los progres más o menos utópicos, no cuentan con las simpatías de este riguroso profesor. Para su información,le diré solamente que fue un pensador de reconocida solvencia internacional, profesor en la Universidad de Viena.Antes de asilarse en los EEUU,se enfrentó valientemente al nazismo. Transcribo una cita que, a mi juicio, puede completar la estupenda cita de Julio (que es un verdadero regalo):
"De hecho una civilización puede avanzar y declinar al mismo tiempo, pero no para siempre.Hay un límite hacia el que ese proceso ambiguo se mueve. Se alcanza el línite cuando una secta activista que representa la verdad gnóstica organiza la civilización como un imperio bajo su dominio. El totalitarismo, definido como el dominio existencial de los activistas gnósticos, es la forma final de la civilización progresista." (La nueva ciencia de la política.-Eric Voegelin-Katz-2006)
"El amigo de Kierkegaard"

18 marzo, 2008  
Blogger Artemi said...

Perdona mi curiosidad, ¿has leído a Hayek? ¿Es santo de tu devoción?
Un Abrazo.

23 junio, 2010  

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